La Habana de mi infancia era una ciudad de repiques y repiqueteos, de cascabeles, de cencerros, de esquiles y esquilos y esquilones, de campanas arrabaleras, de bordones catedralicios. Cascabeles de las colleras de los caballos y mulas que tiraban de sus carretas, carromatos y carretones de carga, camino de la ciudad vieja, descendiendo de los altos entonces remotos, del Cerro y Jesús del Monte…
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